
Ciertamente, la era de la innovación demanda que la ciudadanía tenga una buena cultura científica y tecnológica puesto que nuestra sociedad es altamente dependiente de la Ciencia y la Tecnología. Pero en la segunda década del s. XXI, una vez finalizadas la revolución industrial y la era del conocimiento, es necesario, además, ser capaz de comprender y poder aplicar correctamente el método científico para resolver problemas de la vida cotidiana.
Enseñar a los niños a aprender y aplicar correctamente el método científico es un regalo que podemos hacerles para toda la vida . Una vez adquirida y bien interiorizada, esta importante destreza intelectual les permitirá encontrar respuestas satisfactorias (basadas en la evidencia científica) a un gran conjunto de preguntas que se irán formulando a lo largo de sus vidas. Consecuentemente, podrán enfrentarse a la toma de decisiones desde una posición de seguridad y certeza que sólo la Ciencia puede proporcionar: sabiéndose correctamente informados.
En cambio, los programas educativos de las asignaturas de ciencias de la gran mayoría de las escuelas siguen estando orientados a la memorización de contenidos científicos y a la resolución mecánica de problemas. El resultado es que la mayoría de los estudiantes terminan su formación académica sin haber pisado prácticamente el laboratorio y sin haber tenido la oportunidad de llevar a cabo un proyecto de investigación real.
Lógicamente, de la misma manera que no se puede aprender a nadar sin mojarse, ni a andar en bicicleta leyendo un libro, es imposible aprender a aplicar el método científico sin haber hecho Ciencia y difícilmente se podrá sacar el método científico del contexto científico y aplicarlo a la resolución de problemas de la vida cotidiana si ni siquiera se ha aprendido a usar en el propio contexto científico.

Ser madre me ha hecho dirigir la mirada hacia la infancia. Mi propósito es acompañar a mi hija en el desarrollo de esta destreza intelectual consciente de lo mucho que ha enriquecido mi vida personal y profesional. Por eso me he puesto manos a la obra. Además, me gusta el trabajo bien hecho: no me valen las medias tintas, los pensamientos impostados y las voluntades forzadas, y mucho menos con los niños. La técnica del “palo y la zanahoria” no encaja con mi estilo.
Con este proyecto asumo el reto de recoger las capacidades científicas inherentes a la infancia y darles un contexto adecuado para que los niños hagan Ciencia, de la de verdad y con el corazón. Porque sólo así lograremos que interioricen el método científico y sean capaces de aplicarlo de forma espontánea y natural en su vida cotidiana. De cualquier otra manera, será un aprendizaje inútil, vacío y carente de sentido.
¿Me acompañas en el camino?